Calabria es el telón de fondo de esta dulce historia que partiendo de Lombardía, pasando por Sicilia, ve el nacimiento de uno de los emblemas de Pizzo Calabro: la trufa.
Historias de emigrantes
La trufa de Pizzo nació de una serie de coincidencias fortuitas: del encuentro de Dante Veronelli, empresario milanés, con una chica de Vibo Valentia y de su decisión de vivir en Calabria. Estamos alrededor de 1950 cuando se hizo cargo de un bar en la plaza central de Pizzo Calabro, al que dio su nombre, y llamó a un viejo compañero de armas de Messina, el pastelero Giuseppe de Maria: Don Pippo.
Virtud de la necesidad
En 1954, con motivo de una boda en el castillo de Murat, debido a la gran afluencia de invitados, Don Pippo se encontró sin moldes para tartas, por lo que decidió tomar una bola de helado de avellana, un chocolate y combinarlos después habiendo servido fundió chocolate en ella: prácticamente hizo helado de arancini, dejó enfriar durante tres horas y, antes de servir, espolvoreó todo con azúcar y cacao en polvo: nac la trufa
La trufa tuvo tanto éxito que empezó a producirla y, aún hoy, es posible degustarla sentado en la espléndida plaza de Pizzo Calabro, donde en las tardes de verano acuden los Napitini y los turistas a disfrutar de una de las muchas delicias culinarias que se ofrecen.
Transmitida de generación en generación, y aún elaborada de forma artesanal, con una receta secreta, la trufa de Pizzo, en 2006, fue el primer helado europeo en obtener la certificación IGP. Cierro este artículo deseando a todos suerte, al menos una vez, para hacer un viaje a Pizzo Calabro para degustar este manjar totalmente italiano.
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