Angelo Moriondo: el pionero del espresso italiano
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- 22 oct
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Turín, 1884 – Una revolución en taza
En el corazón del Piamonte, entre las elegantes calles de Turín, toma forma una de las invenciones que cambiaría para siempre el rostro de la cultura italiana del café. El protagonista de esta historia es Angelo Moriondo, empresario e inventor turinés, cuya visión se adelantó décadas a lo que hoy conocemos como la experiencia del espresso italiano. Nacido en 1851, Moriondo era un hombre de ingenio y mirada larga, capaz de leer las necesidades de una sociedad en rápida transformación, deseosa de eficiencia y convivencia..
La invención que anticipó el futuro
En 1884, Moriondo registró su patente para una “máquina para café por infusión y percolación simultánea”, un dispositivo diseñado para preparar café de manera rápida, sin comprometer el sabor, y con la capacidad de servir a varios clientes de forma consecutiva. Esta máquina utilizaba vapor y presión para extraer los aromas de la bebida, un principio que, décadas más tarde, se convertiría en el corazón del espresso moderno.
A diferencia de los métodos tradicionales, basados en largos tiempos de infusión y servicio individual, la máquina de Moriondo permitía ahorrar tiempo y recursos, haciendo el café más accesible en contextos públicos como hoteles y cafeterías. Su invento no estaba destinado al mercado masivo: Moriondo administraba un hotel en Turín, y su máquina servía principalmente para satisfacer a la clientela del establecimiento, demostrando ya su habilidad para combinar ingeniería y comercio.
El impacto en la cultura del café en Italia
Aunque hoy el café espresso sea un símbolo identitario de Italia, en los años ochenta del siglo XIX el concepto de “café rápido” estaba aún en sus inicios. La máquina de Moriondo abrió el camino hacia una nueva forma de concebir el consumo del café: ya no solo como un momento de descanso doméstico, sino como una experiencia social, rápida, elegante y compartible.
Con el tiempo, las cafeterías italianas se beneficiarían enormemente de esta innovación, que hizo posible servir una bebida caliente, aromática e intensa en pocos instantes, anticipando el ritmo acelerado de la vida moderna.
El legado invisible de Angelo Moriondo
A pesar de la importancia de su contribución, Angelo Moriondo no se convirtió en un nombre de culto como otros inventores del espresso, tales como Luigi Bezzera o Desiderio Pavoni, quienes desarrollaron y comercializaron máquinas más sofisticadas en las décadas siguientes. La razón principal radica en la naturaleza de su invento: Moriondo patentó su máquina para uso personal y para el hotel familiar, sin iniciar una producción a gran escala.
Sin embargo, su patente representa hoy un documento histórico fundamental, testimonio de una intuición que transformó la sociedad y anticipó un rito cotidiano que millones de personas celebran en todo el mundo.

Un símbolo de la innovación italiana Angelo
La figura de Moriondo se inserta en un contexto más amplio de inventores italianos del siglo XIX, caracterizado por un fervor creativo que produjo máquinas, herramientas y procesos capaces de influir en culturas y mercados más allá de las fronteras nacionales.
Su máquina de café representa no solo una innovación técnica, sino también un cambio cultural, marcando el inicio de la transición hacia un consumo más rápido, social y ritualizado del café. La Turín de finales del siglo XIX, con sus plazas y sus cafés, se convirtió así en el escenario de una revolución silenciosa, hecha de vapor, aromas intensos y una idea: convertir el café en una experiencia universal, accesible y refinada.
Angelo Moriondo no es solo un inventor: es un símbolo de la capacidad italiana de unir ingenio y cultura, tecnología y convivialidad. Su máquina de café de 1884 puede parecer hoy un simple instrumento del pasado, pero representa el primer paso hacia la creación de un rito que ha definido a Italia y su estilo de vida: el espresso.
Sin Moriondo, las cafeterías modernas —con su eficiencia, elegancia y sentido social— habrían sido muy diferentes, y la historia del café, tal como la conocemos hoy, probablemente habría seguido un camino mucho más lento y fragmentado.
En el fondo, cada taza de espresso que humea entre las manos de un cliente en un bar de Turín o de Nueva York lleva consigo un pedazo de la visión de Angelo Moriondo: la de un hombre que, con ingenio y pasión, supo transformar un simple momento de placer en un símbolo cultural global.



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