En el corazón de Nápoles hay una pequeña capilla decorada con estatuas de factura preciadísima, pero sobre todo cargadas de una simbología que alude al despertar interior y a las virtudes. Su nombre, Capilla San Severo, es muy conocido por causa de una estatua particularmente famosa, el Cristo velado, que es seguramente una obra maestra, pero no es è ciertamente la única presente.
La misma historia de este templete esta envuelta por el misterio, como también muchos otros objetos allí conservados, entre los cuales destacan las dos así dichas ‘máquinas anatómicas’, que algunos piensan hayan sido obtenidas sacrificando a dos seres humanos.
La Madre de la Piedad
Mater Pietatis o sea ‘madre de la piedad’ es la escrita que se lee en la bóveda de la capilla que está dedicada a Santa Maria de la Piedad y es comúnmente llamada ‘la Pietatella’. La leyenda quiere que un hombre injustamente acusado se haya votado a la Virgen y, en tal momento, un muro se haya derrumbado, dejando aparecer un cuadro de la Virgen María. Más tarde, reconocido inocente, habría hecho reestructurar la capilla, que luego vino a ser parte de la mansión de los príncipes de Sangro.
Pero la reconstrucción histórica quiere, en vez, que la primera princesa de Sansevero hizo erigir la capilla para salvar al alma de su hijo, nacido de su primer matrimonio, que fue matado por el marido celoso de la mujer de la cual era el amante junto con ella. De toda manera, los trabajos empezaron en el 1593 y originariamente la capilla estaba conectada al palacio de la familia de Sangro, príncipes de Sansevero, a través de un pequeño puente que dominaba la calle. Ahora el puente ya no existe y la capilla, desacralizada, es un célebre museo.
Un templo masónico
En el siglo XVII la capilla fue reestructurada como sepulcro para todos los miembros de la familia, pero una nueva reorganización del siglo siguiente, por obra del príncipe Raimondo de Sangro, ha dejado bien poco de la estructura original, para permitir la realización de un templo masónico sobre la base del proyecto realizado por el mismo príncipe, que era un científico, un inventor muy ingenioso y un alquimista y que dirigió personalmente los trabajos y que llegó varias veces a endeudarse para poderlos llevar a cabo.
El príncipe de Sansevero contrató algunos de los más hábiles y apreciados artistas, como el jovencísimo Giuseppe Sanmartino, autor de la obra más celebre, que señorea al centro de la capilla: el Cristo velado, que algunos pretende haya sido realizada esculpiendo el cuerpo del Cristo y luego, con una técnica alquímica desconocida, petrificando el velo acomodado sobre la estatua.
Mas no hay necesidad de recorrer a una explicación tan intrigante: el nivel técnico de las esculturas presentes es altísimo, como en la obra El Desengaño de Francesco Quierolo, donde la dificultad técnica de la realización de la red de cuerda es absolutamente asombrosa.
Cada detalle de la riquísima decoración de la capilla concurre a la expresión de algún mensaje dirigido al ánimo humano, como las estatuas que encarnan virtudes: Pudicia, Sinceridad, Amor divino etcétera.
Las macabras máquinas anatómicas
En la cávea de la capilla, asequible desde esta, se encuentran dos tremendas reproducciones realizadas por el médico Giuseppe Salerno alrededor del 1763. Se trata de esqueletos humanos, de un hombre y de una mujer respectivamente, alrededor de lo cuales ha sido reconstruido el sistema arterial y venoso con esmero infinito hasta en los más minúsculos capilares.
Tanta es la riqueza del trabajo que por mucho tiempo se ha considerado que Raimundo de Sangro hubiese sacrificado a dos siervos suyos inyectando en sus venas alguna sustancia obtenida con un procedimiento alquímico que las habría metalizado. Afortunadamente se ha averiguado que en realidad los vasos sanguíneos han sido hechos en variados materiales entre los cuales hilo de hierro, seda y cera de abeja; por lo tanto son una reproducción instalada alrededor de los huesos humanos.
Inicialmente las máquinas anatómicas estaban custodiadas en el palacio de la familia, y fueron desplazadas en la sede actual tan solo años después de la muerte del príncipe. Hasta el comienzo del siglo XX, cuando fue robado por desconocidos, se podía observar también el cuerpecito de un feto sometido al mismo tratamiento.
Seguramente tales artefactos son extremadamente interesantes y útiles para el estudio de la anatomía humana, pero, mirándolos en directa, sabiendo que son verdaderos esqueletos humanos, y pensando que quizás fueron matados, resultan bastante inquietantes.
Las curiosidades y las maravillas de la Capilla Sansevero seguro no acaban aquí: por ejemplo las letras sobre la lápida funeraria de Raimondo de Sangro no están incisas, como es normal, sino en relieve y parecen haber sido obtenidas con algunos solventes químicos por él mismo inventados. En conclusión, ciertamente el Cristo velado es extraordinario y merece por sí mismo una visita, pero no observar detenidamente todos los demás tesoros custodiados en aquel templo sería un imperdonable sacrilegio.
