En provincia de Pordenone, cerca del pequeño pueblo de Polcenigo, se encuentra una encantadora maravilla natural: las fuentes del Gorgazzo, una joya de roca y agua que no tiene iguales.
El Friuli Venezia Giulia se precia de una naturaleza particularísima, debida al fenómeno de la corrosión de las rocas de calcáreo por parte del agua, que produce un asombroso y complicadísimo juego de perforaciones, con la formación de grutas, dolinas, manantiales que resurgen, agujeros naturales donde afluyen las aguas y cualquier otra cosa impresionante y espléndida la naturaleza tenga para ofrecernos.
Un abismo espantoso
‘Gorgazzo’ es un nombre dialectal que significa ‘abismo malo’. ¿Por qué darle semejante nombre a un pequeño y corto río, cuyo curso se desarrolla tan solo por poquísimos kilómetros? Porque el Gorgazzo, uno de los tres manantiales del río Livenza, no tiene una pequeña fuente de altura como casi todos los demás ríos del mundo, sino que brota de las entrañas de la tierra en un profundísimo manantial que resurge en el interior de una gruta. Esta es una de las manifestaciones del fenómeno dicho carso, típico de esa zona de Italia.
‘Al Bus’, ‘el agujero’, como se le llama este abismo en el dialecto local, se hunde en el suelo más allá de nuestra capacidad de comprensión: las inmersiones de los hombres ranas especialistas en grutas hasta ahora han avanzado hasta -222 metros, pero no se pudo seguir más abajo por causa de las fuertísimas corrientes subterráneas, que en pasado desafortunadamente han provocado accidentes mortales.
Cielo líquido e inspirador
Todo eso puede parecer aterrador, pero cuando se tiene la suerte de poder admirar ese manantial cársico, lo que se ve es la cosa más bella que se pueda imaginar: una gruta semi-sumergida, rodeada de árboles y rocas, e invadida por el agua purísima de la fuente, que adquiere una coloración tan particular e intensa, que parece como si un pintor hubiese vertido allí sus colores más preciosos.
Uno de los artistas que fijaron en sus telas este sujeto paradisíaco fue Luigi Nono, que en el 1872 pintó un cuadro titulado ‘Los manantiales del Gorgazzo’, una de sus obras más famosas, en la cual se aprecia el contraste entre la roca que se cierne casi amenazadora y la tranquilidad de las aguas cristalinas de magníficos reflejos. Sin embargo han sido esas aguas, aparentemente tan calmas, quienes han excavado y corroído la piedra calcárea, moldeándola a su gusto.
Cinco años más tarde, el geógrafo Giovanni Marinelli escribió unos versos para intentar rendir la idea de lo que había visto. Su soneto fue esculpido en una lápida que ahora se encuentra cerca del encantador laguito:
«Tomad el color de la esmeralda, / él de las turquesas, los de los berilos, / arrojadlos en un baño de lapislázuli, / de forma que todo se funda / y a la vez mantenga su propia originalidad, / y tendréis aquella porción de cielo líquido / que se llama el Gorgazzo.»
La mano del hombre
Los manantiales son ya espléndidos de por sí, pero el hombre quiso añadir algo. A nueve metros de profundidad ha sido puesta la estatua de un Cristo, que durante los días asoleados está perfectamente visible gracias a la limpidez de las aguas.
Antes de las fiestas de Navidad, cada año la estatua es limpiada y luego se monta un pesebre flotante. En Noche Buena, además, después de la celebración de la Misa al interior de la gruta, se lee la oración del hombre rana y luego los hombres ranas bajan a rendir homenaje al ‘Cristo de los abismos’.
Las fuentes del Gorgazzo, de cualquier modo, son bellísimas todo el año, pero aún más cuando la luz del sol las irradia, permitiendo gozar enteramente de los maravillosos matices de color de los que esta extraordinaria gruta sumergida es capaz de adornarse por la dicha y el estupor de todos aquellos que puedan visitarla.
