Esta es una historia de migración y esperanza, de italianos y argentinos, una de las muchas que unen a nuestros dos paÃses: es la historia de la fugazzetta.

Un boleto a lo desconocido
Una de las primeras olas migratorias italianas ocurre a finales del siglo XIX, emigraron especialmente del norte (Piamonte, Liguria y Veneto). Hordas de buscadores de fortuna, amigos que vendieron todo para comprar un boleto a lo desconocido, en busca de ese bienestar que siempre habÃan soñado: los afortunados emigraron a Estados Unidos, luego a Brasil y Argentina, y finalmente a Australia.
Salieron con maletas de cartón, llevándose todo lo que tenÃan, a menudo con la conciencia de que nunca volverÃan pero que también trajeron consigo una gran cultura formada por siglos y siglos de historia, un gran deseo de trabajar y, sobre todo, una capacidad de adaptación a cualquier condición.
De la Boca al mundo
En 1983 llegó a Buenos Aires Augusto Banchero, un genovés que abrió una panaderÃa en el Barrio de la Boca. Gran idea: la zona estaba llena de inmigrantes y nunca debe faltar el pan en la mesa italiana. Pero hay que esperar hasta 1932, cuando Giovanni Banchero, hijo de Augusto, en la pizzerÃa que abrió con sus hijos, decide poner un poco de mozzarella en la focaccia con cebolla (la fugassa genovesa), para que quede menos seca: ha nacido la fugazzetta.
La reina de las pizzas argentinas nació en el distrito de la Boca, entre todos esos emigrantes que, a través de la comida, intentaron mantener vivo el recuerdo del hogar, la familia y sus tradiciones. La fugazzetta representa el ejemplo tÃpico de la evolución de la cocina italiana en el mundo, permitiendo que cada bocado recuerde nuestras raÃces y potencie la nueva tierra que nos acoge y a la cual siempre estaremos agradecidos.