Capri es famosa en el mundo entero, pero quizás no todos saben qué es Anacapri, el municipio que se encuentra en la parte alta de la isla. Bellísima, con un panorama fantástico, es alcanzable con los medios, o a través de una magnífica telesilla o, por fin, subiendo la empinadísima ‘escalera fenicia’.
Del territorio de Anacapri es parte también la celebérrima Gruta azul, donde el agua tiene un color extraordinariamente intenso, pero también la natura que se puede admirar desde lo alto es absolutamente espectacular. Y, como si fuera poco, hay edificios interesantísimos, entre los cuales sobresale una pequeña iglesia con un detalle único y sorprendente.
Una isla antiquísima e impracticable
La isla de Capri fue habitada desde los tiempo más antiguos, basta con pensar que la así dicha ‘escalera fenicia’. que en realidad no parece ser obra de los fenicios, sino de los colonos griegos, remonta al VII-VI siglo a.C. Por mucho tiempo fue la única via de comunicación entre la parte baja de la isla y Anacapri, situada a una altura mayor.
El paisaje que se goza desde la escalera es impresionante, pero, a menos que uno no sea excepcionalmente entrenado, el consejo es de recorrerla en descenso, porque enfrentarse en subida con centenares de peldaños, todos diferentes el uno del otro por tamaño y forma, podría poner a dura prueba las piernas de cualquiera. Aún la bajada, para decir la verdad, no es tan simple, pero lo vale.
Ahora para llegar arriba, hasta la cumbre del Monte Solaro, que alcanza los 589 metros, hay una telesilla que parte de la fracción de Marina Grande y, a través de un recorrido que permite literalmente rozar las cimas de los árboles, conduce hasta Anacapri, de donde se puede admirar un panorama inolvidable, que abarca con una única mirada los golfos de Nápoles y de Sorrento.
Toda la zona es riquísima de bellezas naturales: paseando por las callejuelas, donde los carteles y los letreros son todos rigurosamente sobre azulejos pintados a mano, se encuentran plantas y árboles mediterráneos, desde varios escorzos se puede observar el mar con las tierras e islas cercanas. La Gruta azul, además, es verdaderamente impresionante: la luz que entra filtrada por el agua hace que todo en el interior asuma un color intensísimo, que ha tocado e inspirado a poetas y pintores.
El paraíso terrenal debajo de los pies
Pero no es solamente la naturaleza la que encanta a los turistas, encontramos también obras humanas de gran valor, como la Villa San Miguel o la Casa Roja, que acoge un museo donde son custodiadas, entre lo demás, las estatuas romanas encontradas dentro de la Gruta azul. Y luego esta la iglesia de San Miguel Arcángel, realizada al comienzo del siglo XVIII, por iniciativa de una monja que, en el 1638, imploró a San Miguel Arcángel liberar Viena del asedio otomano. Obtenida la gracia, sor Serafina de Dios se dedicó a mantener su voto: fundar siete monasterios de clausura en el territorio de la Campania.
El último de estos surgió en Anacapri, donde, unos diez años después, la fundadora quiso que fuese edificada una iglesia dedicada, como el monasterio, a San Miguel Arcángel. Unos cuarenta años después, en el 1761, Leonardo Chianese, perteneciente a una nota familia de ‘riggiolai’, es decir decoradores de azulejos de mayólica, recibió el cometido de decorar el piso con el tema del Paraíso terrenal y el pecado original.
Y así las ‘riggiole’, como se les llama en napolitano, fueron pintadas con los tonos del azul, del verde y del amarillo, para representar la naturaleza idílica del Edén: hay plantas lozanas y animales, tanto locales como exóticos, algunos absolutamente simbólicos, como el unicornio, representación de la pureza.
En el centro destaca la escena de la fatídica desobediencia: el diablo tentador enroscado al árbol de la ciencia del bien y del mal y, más abajo, el Arcángel Miguel que expulsa a Adám y Eva del paraíso terrenal con su terrible espada
Hoy, claramente, no se puede pisotear semejante obra maestra, y por lo tanto el perímetro de la iglesia es provisto de una pasarela que permite observar desde variados ángulos el precioso piso. Pero el golpe de vista mejor es indudablemente aquello que se obtiene del piso superior, desde el cual se puede abrazar la entera escena. Este estratagema había sido estudiado específicamente para permitir también a las monjas de clausura, que se quedaban arriba, escondidas detrás de celosías, de admirar las representaciones.
Así, si van a visitar Capri, podrán gozar de todo: desde la naturaleza mediterránea más próspera y espectacular, a los restos arqueológicos, a los increíbles azulejos del piso de la iglesia de Anacapri, capaces de arrobar con el encanto de su arte.
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