Con una ola de calor asfixiante y los efectos de la pandemia aun por controlar definitivamente, el hemisferio norte esta pasando un verano infernal. Grecia, España y Turquía son los países más afectados juntos con la península italiana. Otro efecto de un calentamiento global galopante que parece no tener fin y que hoy tiene a Italia en llamas.
En agradecimiento a todos nuestros bomberos por arriesgar sus vidas salvando las de otros
Un verano para el olvido
Empecemos con un numero, tan solo para dimensionar la catástrofe. Desde el comienzo del verano fueron 789 los eventos extremos de índole ambiental (tornados, granizadas y tormentas violentas) que se abatieron a lo largo y ancho de la península. En estas ultimas 24 horas, los bomberos italianos tuvieron que intervenir 800 veces para controlar focos de incendios: 250 en Sicilia, 130 en Apulia y Calabria, 90 en Lacio y 70 en Campania; y estas son solo algunas de las zonas más afectadas por el desastre. Además, el fin de semana 20.000 hectáreas de bosque y olivos fueron arrasadas por el fuego en Oristano, en la isla de Cerdeña.
Estas tragedias se vienen a sumar a las aluviones en el norte europeo, las olas de calor en el norte de Canadá y los incendios que en estos mismos instantes están destruyendo el sur de España, Turquía y Grecia. Además de las vidas que se pierden, a los miles de ecosistemas que se destruyen y los altísimos los daños económicos que se calculan, estos acontecimientos se agregan a la larga lista de desastre naturales que en los últimos años resultaron ser cada vez más dañinos y frecuentes.
Una carrera contra reloj
Realmente no hay mucho que decir, son décadas que se discute sobre el cambio climático, sus efectos, sus posibles soluciones. Escuchamos de todo, tenemos imágenes satelitales que nos muestran el avance de los desiertos, el retrocesos de los glaciares, la subida del nivel del mar. Vemos como especies de flora y fauna se extinguen, como ecosistemas enteros se marchitan, como las oasis se secan. Tenemos ríos de tinta escritos que detallan sobre causas y efectos. Tenemos el debate sobre la mesa y en la boca de todos, entonces ¿que nos falta?
Esa es la pregunta, el nudo de la cuestión. Tenemos todo, pero ¿tenemos la voluntad de cambiar? ¿estamos a tiempo o nos quedamos sin cuerda en el reloj? No queremos ser fatalistas, en lo más mínimo, pero la Tierra ya nos llamó la atención demasiadas veces, y no parece que hayamos reaccionado.
Solo nos queda aportar nuestro granito de arena, exigiendo y levantando la voz cada vez que alguien atenta contra nuestro planeta, porque, al parecer, para muchos esto no es una emergencia. En estas circunstancias una Italia en llamas no es casualidad, sino una advertencia más.
